No hay de qué preocuparse. No hubo ningún incidente que tiñera de negro el pasado fin de semana. Todo tiene una explicación. Y ésta, la crónica negra, también. Como os conté en el anterior post, el domingo también tuvo una parte negra, pero literal. El motivo no es otro que la visita a uno de los denominados "pueblos negros" de la provincia de Guadalajara, en los que la piedra de pizarra es el elemento característico en la arquitectura de las casas que lo conforman.
Parecía que habíamos viajado en el tiempo y que nos habían trasladado allí: a lo alto de una montaña, con unas vistas impresionantes. Lejos se encontraban las bulliciosas calles del centro de Madrid y el paisaje y el entorno en el que nos encontrábamos invitaban a la desconexión. Restos de calles empedradas, casas en proceso de reconstrucción y un silencio solo interrumpido por el lejano cauce del río hacían de La Vereda -como así se denomina el pueblo- el mejor sitio para disfrutar de la recta final del fin de semana.
Es curioso ver cómo son las construcciones y cómo hoy, en pleno siglo XXI, se puede vivir -es más, a veces se desearía vivir- con lo básico. Visitanto sitios así es cuando comprendes cómo hay gente que deja su vida y su rutina diaria en la ciudad para instalarse en pueblos como éste y comenzar una nueva aventura. Creo que algún día me lo tendré que plantear. Mientras tanto, os dejo algunas fotos por si alguno se anima...
Bienvenidos a La Vereda
La plaza de Oriente
La iglesia
Un día inolvidable!!
ResponderEliminarCurro.