lunes, 27 de junio de 2011

Cultura y Medio Ambiente

Tras una intensa semana de trabajo -con networking incluido- no creáis que he tenido un delirio politico y me quiera postular como próximo ministro. Son dos de las palabras que mejor definen mi fin de semana. La tercera, amistad, estará presente en todo el post, ya que esta mini aventura la he compartido con dos buenos amigos.

Aunque se preveía un fin de semana de ola de calor, ni siquiera eso, el calor, pudo con nuestras ganas de disfrutar de Madrid y comenzamos la ruta el sábado a mediodía con unas tapas. La elección, recomendación de Enrique, todo un acierto: de tapas al 9, en Alonso Martínez. Croquetas de cabrales, ensaladilla rusa, revuelto... y de postre: tarta de chocolate!!!! Un menú de muerte para tomar fuerzas para la intensa jornada.

Tras la comida y a riesgo de derretirnos en el asfalto continuamos la ruta hacia el Palacio Real. No todos los días tiene uno la ocasión de estar delante de La dama del armiño, uno de los cuadros de Leonardo Da Vinci. De la exposición no hay mucho que decir: algunas piezas curiosas pero, personalmente, lo que más me gustó fue el cuadro.

Y para mitigar el calor infernal, nada mejor que una copa. Una cita obligada: El Mercado de la Reina, en Gran Vía. Quizás uno de los sitios donde mejor ponen el gin en Madrid. Como no, tirando de la recomendación que otro amigo me hizo en la anteior visita, una Brookman -sí, sí, Michele, esta vez me la tomé, jaja-. Aunque, sin duda alguna, y hablando de temas gastronómicos, nada mejor que la cena: unos quesos portugueses, una crema, un delicioso pollo con almendras, y un exquisito pastel de queso gracias a Enrique y Curro.


Como no todo va a ser comer y beber en esta vida, el domingo nos lanzamos a la aventura, cogimos el coche y a conocer la sierra madrileña y parte de la de Guadalajara.
Primera parada: un embalse construido en la sierra de Madrid, en pleno siglo XIX. Una impresionante obra que nunca llegó a ponerse en uso, pero que merece la pena visitar: unas vistas espectaculares y una arquitectura interesante.
Continuamos con la ruta a través de caminos y pistas forestales hasta los cuales sería incapaz de llegar de nuevo y llegamos a la siguiente parada: el embalse y presa del Vado, ya en la provincia de Guadalajara. Otra construcción espectacular y un paisaje que invitaban al relax... y a meterse en el agua con el calor asfixiante que hacía.


Cita gastronómica en Retiendas, en el único bar del pueblo, antes de dirigirnos a uno de los sitios más bonitos que he visto en mucho tiempo: el monasterio de Bonaval. Perdido en medio de un bosque encontramos este monasterio cisterciense de la Edad Media. Una maravilla arquitectónica de la que aún quedan bastantes restos. Creo que las explicaciones sobran; mejor que veáis las imágenes.
Uno de los pórticos de acceso al monasterio
No se aprecia muy bien, pero junto a la roseta hay un reloj de sol

La nave central y el ábside
Parte de la nave lateral

Algunas delas columnas están casi intactas
Y quedan algunos capiteles como este
Subimos hasta una de las cúpulas... toda una aventura
Y el mejor reflejo de un sitio como este, que enamora a cualquiera, es esta foto. Increíble...

Mañana, la crónica negra de la jornada...

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