El poder siempre ha provocado envidias, rencores y enemistades. Pero esto no es algo nuevo, ya que es algo que se viene produciendo desde la antigüedad, porque es una condición inherente al ser humano. Y ésto es precisamente lo que nos cuentan en el montaje Julio César: el pueblo de Roma, ante la posibilidad de que éste alcance el poder supremo, se conjura para matarle. Y lo consiguen, creyendo que aquí acabarán todos los problemas; pero éstos no hacen más que empezar.
Con el personaje de Bruto como eje central de la obra la acción se va desarrollando en una escenografía un tanto sobria, pero que aporta movimiento a la escena. Bruto será el encargado de acabar con Julio César y, tras este hecho, liderará uno de los bandos -el de los conjurados- que se enfrentarán al de Marco Antonio y Octavio. Solo después de éste enfrentamiento se revelará la verdadera personalidad de Bruto.
Madurez y juventud se dan la mano en este montaje de El Laberinto, si bien destacamos la interpretación de Candela Serrat -Porcia y Calpurnia-, quien realiza una interesante transformación y una muy buena interpretación, y Fran Fernández -Marco Antonio-, que deja bien claro a través de la evolución de su personaje a lo largo del montaje cuál es su verdadera posición.
Una particular versión de un clásico de Shakespeare realizada por Fernando Sansegundo que, si bien contiene la esencia de este clásico, introduce algunos elementos actuales que no siempre obtienen el resultado esperado.
Julio César. Hasta el 8 de enero en el Teatro Galileo.
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